Andrezj Wajda y el cine cubano

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Entre los numerosos visitantes ilustres que pasaron por el ICAIC de los sesenta, estuvo el afamado cineasta polaco Andrezj Wajda (n. Suwałki, Polonia, 6 de marzo de 1926; m. Varsovia, Polonia, 9 de octubre de 2016).

Por aquella fecha era tan joven como la mayoría de los guerrilleros que encabezaron la Revolución en Cuba, pero ya había conseguido el reconocimiento mundial con tres filmes que hablaban de una manera nada apologética sobre la guerra en su país: Generación (1955), La patrulla de la muerte (1957), y Cenizas y diamantes (1958).

Para Wajda, según puede leerse en un cable de Prensa Latina, fechado el 26 de septiembre de 1961, en víspera de su viaje a la isla:

“Cuba es el país de la juventud, y precisamente la juventud es el único protagonista de mis películas, en las que he tratado de presentar un trágico período de la historia de mi país.

(…)

Pienso que mis conversaciones con los jóvenes cubanos me acercarán otra vez al tema que me preocupa desde hace años y que no quisiera abandonar: el tema de los primeros arrebatamientos y derrotas y el de los primeros triunfos”.

No es de extrañar de Wajda se sintiese deslumbrado con los sucesos revolucionarios que acontecían en Cuba tras la derrota de Fulgencio Batista. Después de todo, Cenizas y diamantes nos habla de ese momento posterior a la solución de un conflicto bélico (Segunda Guerra Mundial), en el cual personas que se encontraban luchando por determinados ideales comunes, de pronto pasan a ser antagonistas.

La visita de Wajda representaba mucho para los lozanos cineastas cubanos. Se trataba de un director que por entonces disfrutaba una inmensa popularidad, similar a la cosechada por Godard, Alain Resnais, o Tony Richardson, pero era sobre todo un representante de las cinematografías socialistas, lo cual permitía indagar sobre las posibilidades que tenía un cineasta en ese tipo de régimen (el Gobierno revolucionario recién había confirmado públicamente su ideología). No es casual que en aquella mesa redonda que organizara el ICAIC con el nombre de “¿Qué es lo moderno en el arte?” Gutiérrez Alea le pregunte en par de ocasiones al polaco: “¿Cuáles son los problemas que a su juicio se le presentan a un artista en un país socialista?”

Wajda no fue de los que filmó en Cuba, y es de sospechar que de haberlo hecho el planteamiento de conflictos habría estado lejos de las representaciones cómodamente binarias. Sus películas (y no solo sobre la guerra) precisamente indagan en esas zonas donde se desvanecen las fronteras entre héroes y villanos, y aparece la condición humana en toda su paradójica complejidad.

Pero, aunque Wajda no filmó en la isla, algunas de las observaciones que hiciera entonces sobre el cine cubano que recién comenzaba, permanecen entre las más lúcidas que se hayan expresado, al extremo que pudieran resultar útiles a quienes ahora mismo se inician en el oficio. O si no me creen, lean lo que sigue:

No podemos limitarnos a mostrar en las películas nacionales lo que es típico en la vida de cada país. Hay que buscar un equilibrio mediante el cual podrán mostrarse los hechos excepcionales de la vida del país, y a la vez hacerlos comprensibles para las personas que no pertenecen a ese medio.

(…)

Hay que mirar todo lo que ocurre con ojos de extranjero. Para ustedes hay algunas cosas demasiado claras, ya que toman parte en ellas de manera directa. De ahí surge el peligro de que hagan películas que resulten comprensibles únicamente para los cubanos. Por eso no aprovechan todas las posibilidades que ofrece la realidad cubana. En cada caso no hay que partir del todo, sino más bien del detalle, de lo posible, hay que mostrar la realidad a través del detalle”.

Juan Antonio García Borrero