Recuerdo haber leído alguna vez esta fascinante idea de Tarkovski: “El artista existe porque la sociedad no es perfecta”. En Cuba nos cuesta trabajo entender que el cineasta no es exactamente un maestro de escuela. Por supuesto que ese conjunto de imágenes y sonidos que está articulando influyen en el imaginario que más tarde asocia “lo real” a lo que ve en pantalla, pero la responsabilidad del cineasta (como artista) es sacar a la luz lo complejo, lo que requiere de una mirada crítica y un debate permanente, porque más allá de lo circunstancial, estaría en juego nuestra esencia como seres humanos, como individuos que saben que la vida se construye a diario junto a los otros, y en ese cotidiano convivir lo cívico tendría un peso fundamental.
En este sentido, el cortometraje Atrapado (2017), de Daniel Chile,no deja de ser una película inquietante, al recordarnos que cada sujeto está condenado a elegir y establecer sus propias marcas de valores. Los contenidos de la conciencia individual no tienen un alcance universal, sencillamente porque como seres humanos partimos de nuestra existencia más puntual para en cada caso “decidir” qué es lo mejor. Yo lo resumiría de este modo: la gente no será por esencia buena o mala persona, sino que mientras viva estará todo el tiempo construyendo y reconstruyendo esa dimensión personal.
En el caso de Atrapado, desde el mismo título se nos avisa que estaremos en presencia de una historia en la que el encierro es el gran protagonista. Pero no hablo de un encierro físico, como el que viven aquellos que pasan alguna temporada en la cárcel: en el encierro del que habla el corto no hay muros ni barrotes (la libertad misma para decidir, como hubiese sugerido Sartre, sería la condena), y no tiene otro celador que la conciencia.
En los cuatro cortos que hasta ahora ha realizado Chile (Tres puntos/ 2008; Túnel/ 2011; Tarde para Ramón/ 2013, y Atrapado/ 2017) uno puede detectar una inquietud común por parte del realizador: los individuos comunes apresados en situaciones límites que van a transformar de un modo drástico sus rutinarias maneras de ser.
Pero no hay en el cineasta un deseo expreso de moralizar. Esto quizás confunda a quienes esperan del cine mensajes tranquilizadores donde el Bien siempre triunfa en la lucha contra el Mal. Chile se limita a colocar su cámara y observar con intensidad los comportamientos de sus personajes, que son seres insustanciales, acosados por los mismos problemas que en la vida real nos impacta a todos. Las acciones de ellos, sus decisiones a la hora de elegir una resolución de corte ético, será el detonante que activará en nosotros la revisión de esa escala de valores que nos sirve para convivir en sociedad.
En cuanto a lo formal, Atrapado es una película muy cuidada. No solo es eficaz la fotografía cuando nos construye ese asfixiante universo cerrado sobre el que se sostiene el drama, sino que el montaje se luce estableciendo prioridades narrativas. Dentro de la brevedad del corto hay un momento (obviamente, no debo entrar en mayores detalles porque vendería parte de la sorpresa que nos quiere regalar el guión) que parece interminable: en esos brevísimos segundos está concentrada toda la angustia del personaje (que, sobra decirlo, es la nuestra), y no es solamente lo visual, sino también la elaboradísima banda sonora, lo que va trasladando a nuestra subjetividad buena parte de la desazón del protagonista.
Con Atrapado Daniel Chile le concede a la historia del cortometraje cubano uno de sus mejores momentos. En países como México y España hay toda una escuela de cortometrajistas que han convertido en tradición esta práctica que, lamentablemente, no es respaldada por lo comercial.
Son pocos los cineastas cubanos que piensan en la realización del corto como un ejercicio de creación artística de absoluta legitimidad, pues se suele interpretar el mismo como el puente que llevará al largometraje. La excepción entre nosotros tal vez sería Juan Carlos Tabío, que ha realizado varios, entre ellos Dolly Back, todo un clásico, y también Jorge Molina, un verdadero especialista de esta modalidad. Atrapado vendría a enriquecer con creces ese panorama, al tiempo que nos deja a la espera de los futuros empeños del realizador.
Juan Antonio García Borrero



