De la Cuba Mayor al cuerpo audiovisual de la nación cubana: diálogos con Ana López (Fragmento)

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No todo escritor tiene el privilegio de tropezar, a lo largo de su carrera, con otro autor que lo obligue a salir de su zona de confort intelectual. Por lo general, lo que domina es la relación maestro/discípulo, donde el primero va dictando las pautas de lo que hay que hacer, hasta convertir ese conjunto de normas en algo intocable. Pero si raro es toparnos con maestros que nos invitan a repensarlo todo, incluso lo que ellos enseñan o nosotros mismo escribimos, es todavía más insólito conocerlos personalmente.

En este sentido, soy un afortunado que hace varios años (tantos que hoy no podría precisar con exactitud cuántos) tuvo el privilegio de conocer en persona a la académica Ana López, después de haber leído varios ensayos de su autoría que sacudieron el conjunto de convicciones que tenía al inicio de las lecturas.

Y hoy ella es una de las cuatro personas que no puedo dejar de reconocer como las que más han marcado mi formación intelectual en diversas etapas de mi vida: si a Luciano Castillo le debo la introducción en el mundo de la cinefilia, a Julio García-Espinosa la vocación ensayística, a Desiderio Navarro el uso creativo de las nuevas tecnologías para construir y promover el conocimiento, a Ana López jamás terminaré de agradecer el descubrimiento de una Cuba mayor, esa que ella misma describiera de este modo:

“Por Cuba Mayor (Greater Cuba) me refiero a una “Cuba” que se extiende más allá de las fronteras nacionales y que incluye a los numerosos individuos y comunidades que se encuentran fuera del territorio nacional y que se identifican como cubanos y que contribuyen a la producción de un discurso cultural “cubano”.

Para entender mucho mejor la dimensión de lo que significó en mí ese descubrimiento, debo remitirme al año 1995, un año en que el mundo no escatimó esfuerzos para celebrar el centenario de la primera proyección pública del cinematógrafo de los hermanos Lumière.

A escala planetaria, cada país quiso dejar testimonio del impacto provocado por ese fabuloso aparato que, a lo largo de aquel siglo XX, consiguió transformar las mentalidades de los humanos. Y como predecible consecuencia de ese entusiasmo global, proliferaron las reescrituras históricas de los cines nacionales.

Dos años después fue evocado en Cuba el arribo del francés Gabriel Veyre a la isla, quien, como representante de la Casa Lumière de París, hizo la primera demostración pública del cinematógrafo el 24 de enero de 1897. Como era de sospechar, la efeméride impulsó todo un conjunto de acciones que buscaban no solo resaltar la presencia de Veyre en una Cuba diezmada por la guerra declarada al régimen colonial de España, sino todo lo que vino después (léase, los esfuerzos por construir “un cine nacional”).

Fui de los que se sumaron a la euforia colectiva de aquellas fechas, y allí está la Guía crítica del cine cubano de ficción para confirmar mi adhesión al entusiasmo. Recuerdo que comencé a compilar la información todavía con la creencia ingenua de que “cine cubano” y “cine del ICAIC” era lo mismo, si bien por aquellas fechas las imprescindibles investigaciones de María Eulalia Douglas y Raúl Rodríguez González insistían en corregir ese equívoco tan generalizado, el cual Arturo Agramonte, recién creado el ICAIC, quiso desmitificar sin éxito con su fundacional Cronología del cine cubano (más tarde corregida y ampliada junto al infatigable Luciano Castillo).

La Guía crítica… fue publicada en el año 2001, y en sentido general, obtuvo una buena acogida. Supongo que ello se debió a que, por primera vez, aparecía en un mismo libro, junto a la producción del ICAIC, lo que en ese instante quise llamar el “cine cubano sumergido” (todo lo que no fuera ICAIC). Dentro de lo sumergido pretendía incluir también a ese grupo de películas realizadas por cubanos fuera de la isla, pero de la que apenas conocía, por referencia, El super (1979), de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal.

Recuerdo que en la introducción de la Guía… suscribí una reflexión que, entre otros asuntos, comentaba:

“No podríamos concluir estas notas, sin referirnos al cine realizado por cubanos en el exterior. En una época de franca inclusión en el pensamiento cultural, gracias a la cual las nuevas generaciones acceden a Gastón Baquero, Jorge Mañach, Lydia Cabrera o Enrique Labrador Ruiz, el estudio de lo que preferiría llamar cine cubano fuera de la isla, y en el que se involucran nombres tan imprescindibles en la pantalla mundial como el de Néstor Almendros, deberá ser realizado alguna vez con similar cuota de desprejuicio, en tanto la exclusión por aprensiones políticas, amén de sospechosamente absurda, contribuiría a restarle rigurosidad a una investigación de ese corte.

(…)

Mas, la primera interrogante que se impone sería esta: ¿existe, al margen de diversos títulos aislados, un cine cubano de ficción en el exilio?”

Esto que cito más arriba fue publicado en el 2001, y sobra decir que aquel autor camagüeyano que recién se iniciaba en las lides investigativas del cine cubano, vivía ajeno al célebre ensayo que Ana López diera a conocer en el año 1996 en el libro “The Ethnic Eye: Latino Media Arts” con el título Greater Cuba , que a su vez era la versión ampliada del que apareciera tres años antes, por primera vez, en la revista Jump Cut con el nombre “The ‘Other’ Island: Cuban Cinema in Exile” .

El descubrimiento de ese texto funcionó en mí al estilo del giro copernicano que describe Kant en cuanto a Hume, toda vez que decretó un cambio radical de perspectiva a la hora de encarar el fenómeno audiovisual cubano. Hasta ese momento, mis maneras de pensar ese cine, si bien intentaba superar la narrativa icaicentrista, incorporando al relato histórico a “los otros” centros productores de audiovisual existentes en el país, seguía lidiando con lo que Andrew Higson ha llamado “la limitante imaginación del cine nacional”.

Luego, cuando por primera vez visité la Universidad de Tulane en el año 2003, pude acceder a todos esos filmes realizados en la diáspora que Ana López conservaba con tanto celo. Es verdad que desde octubre de 1972 existía en Nueva York el Centro Cultural Cubano, liderado por Iván Acosta, y que tenía como objetivo preservar, desarrollar y difundir el legado de la cultura cubana hecha en el exilio. Pero con el Cuban and Caribbean Studies Institute, todo ese patrimonio adquiría importancia académica, tal como lo describe Ana López:

“El Cuban and Caribbean Studies Institute (CCSI) es un centro académico de Tulane University dedicado a promover el estudio y los conocimientos de Cuba y el Caribe. Como tal, su misión tiene aspectos pedagógicos (ofrecer cursos sobre Cuba y el Caribe, por ejemplo), programáticos (organizar ponencias, eventos y conferencias sobre Cuba y el Caribe) y académicos (patrocinando investigaciones y la producción y publicación de nuevos conocimientos sobre Cuba y el Caribe). El CCSI fue fundado en 1997 y forma parte del mucho mayor Stone Center for Latin American Studies de Tulane. El Stone Center existe como tal desde los años sesenta y reúne un sinfín de iniciativas universitarias que se remontan a los años 20, cuando se creó el Instituto Mesoamericano para investigar la arqueología, historia, botánica tropical, los recursos naturales y los productos de los países enfrente a New Orleans, del otro lado de los mares del sur. La identidad de la universidad de Tulane y su destino fue hacer de este impulso una realidad y de mantener un compromiso férreo con la producción de conocimiento de una región cuyos límites transcienden las fronteras geopolíticas de los Estados Unidos. Desde la segunda guerra mundial, el alcance ya cubre toda América Latina y el “Latin American Studies Program” patrocinado por el Stone Center cuenta con profesores especializados en todas las regiones y disciplinas necesarias para el conocimiento y estudio de América Latina”

En tal sentido, le debemos a Ana López el esfuerzo primigenio de preservación de la memoria cinematográfica de la diáspora cubana dentro de la academia universitaria. Y en lo personal, le debo la inspiración y la ayuda concreta que permitió coordinar el libro colectivo Cine cubano: nación, diáspora, e identidad , publicado por el Festival de Cine de Benalmádena (España) en el año 2007, así como el dossier sobre el mismo asunto preparado por “La Gaceta de Cuba” en las mismas fechas .

𝗝𝘂𝗮𝗻 𝗔𝗻𝘁𝗼𝗻𝗶𝗼 𝗚𝗮𝗿𝗰í𝗮 𝗕𝗼𝗿𝗿𝗲𝗿𝗼

𝗡𝗼𝘁𝗮𝘀

(1) Ana M. López. Memorias of a Home: Mapping the Revolution (and the Making of Exiles?). En Revista Canadiense de Estudios Hispánicos Vol. XX, 1, Otoño 1995: 5-17

(2) Juan Antonio García Borrero. Guía crítica del cine cubano de ficción. Editorial Arte y Literatura, La Habana, Año 2001

(3) Juan Antonio García Borrero. Guía crítica del cine cubano de ficción. Editorial Arte y Literatura, La Habana, Año 2001, pp 24-25

(4) Ana López. Greater Cuba. En The Ethnic Eye. Latino Media Art. University of Minnesota Press, 1996, pp 38-58 (Chon A. Noriega, Ana M. López, Editores)

(5) Ana López. Cuban cinema in exile. The “other” island. Jump Cut Nro. 38, Junio 1993, pp 51-59

(6) Consultado en el Blog Cine cubano, la pupila insomne (https://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com/…/la…/)

(7) Juan Antonio García Borrero. Cine cubano. Nación, diáspora e identidad. Festival Internacional de Cortometraje y Cine Alternativo de Benalmádena (España), Año 2007.

(8) Juan Antonio García Borrero. Sobre el discurso audiovisual de la diáspora. La Gaceta de Cuba Nro. 3. Mayo- Junio, 2006, p 3