La soledad de la jefa de despacho (1989)

Cortometraje Ficción ICAIC

País: Cuba

Género: Ficción

Formato: 35 mm

Tiempo: 20’

Color: Color

Productora: ICAIC

Producción: Orlando de la Huerta

Dirección: Rigoberto López

Guión: Alberto Pedro, Rigoberto López, sobre argumento de Alberto Pedro

Fotografía: José M. Riera

Edición: Félix de la Nuez

Sonido: José Borrás

Escenografía: Onelio Larralde

Asistentes de dirección: Raúl Pomares, Francisco Álvarez

Actúa: Daisy Granados


Sinopsis

Una mujer con un puesto relativamente importante en el lugar donde trabaja, pasa revista a su vida laboral, llena de peripecias, trampas, frustraciones.


Declaraciones del realizador Rigoberto López

“Yo llevaba un tiempo considerable sin rodar, sobre todo como consecuencia de un verticalismo autoritario, que impedía se filmara de manera fluida. Llegué a tener catorce guiones que nunca realicé, pues siempre se argumentaba la falta de recursos, o sea, que no había transporte, gasolina, etc. Un día me reuní con Camilo Vives, el productor general del ICAIC, para discutir mi situación, y luego que me explicara lo de la falta de recursos, se me ocurrió decirle: ¿Y si yo te traigo un proyecto con una sola locación y una sola actriz?, y me dijo “Tráelo”. Yo hablé entonces con Alberto Pedro, que tenía escrito un monólogo que todavía no había estrenado y pensé que ese podía ser el proyecto.

Yo siempre pensé en Daisy para el personaje, porque es a mi juicio, nuestra actriz de mayor rango. Es una actriz personal. La prefiero por su naturaleza, su organicidad y sobre todo su sinceridad. Yo quería un personaje muy creíble, porque iban a ser veinticinco o treinta minutos, exigiéndose del personaje múltiples transiciones. Yo sabía que en términos de realización no debía cortar el texto, sino que en todo caso debía buscar la complicidad del espectador, que este pudiera asumir la sorpresa. Como se sabe, un magacín de 400 pies es apenas cuatro minutos, por lo que parecía inevitable hacer varios cortes. Entonces me acordé de Hitchcock y su experimento con La soga, y de allí el juego de Daisy entrando y saliendo del cuadro, pero de manera imperceptible.

Es una experiencia que recuerdo con mucho agrado, y que me permitió ser audaz. Yo veía al equipo, que en ocasiones no podían ocultar sus caras de dudas, escepticismos, porque en verdad no podía fallar nada. Si Daisy se equivocaba, o el dollyman o el foquero, yo tenía que botar el magacín completo. Creo que tuve mucha suerte al elegir a Daisy, y al mismo tiempo pienso que es uno de los trabajos más significativos en su carrera como actriz, donde puso en evidencia su facilidad para transitar diversos estados de ánimo: en el corto ella es cínica, es sensual, es mordaz, o sea, tiene diversos registros actorales.

(…)

Yo siempre he tenido el criterio de que la cámara es un actor y el personaje es el plano. Para lograr que el personaje se exprese el fotógrafo tiene que tener un gran vínculo con el sentido dramático de lo que está filmando. Pepe Riera y yo sentíamos que había que buscar un plano que mostrara la interrelación, porque de lo contrario la cámara se iba a sentir demasiado fría.

Entonces le pedí a Raúl Pomares, un amigo común, que me ayudara como comodín. Es decir, yo siempre quise que Pepe Riera sintiera a Daisy, y que la cámara se incorporara o moviera de acuerdo a la emoción del momento. Entonces le pedí a Pomares que reaccionara ante lo que Daisy decía, pero sin hablar, y a Riera que anotara los puntos de reacción. Todo esto se hizo con recursos muy rústicos. El Dolly fue lo más jodido de aquello. Era poner los rieles y moverse sin provocar ruidos.

(…)

La película fue filmada íntegramente en el séptimo piso del ICAIC. No tuvo una censura oficial, pero si oficiosa. O sea, nadie dice: “este corto no se puede proyectar”, pero lo cierto es que no se exhibe. Es la propia Daisy la que pide en televisión, luego que le preguntan por algunos de sus trabajos preferidos, que se ponga este corto y es gracias a esto que mucha gente lo descubre. Quedamos tan contentos con el resultado que pensamos hasta hacer una segunda parte, en la que sale un tipo que estaba debajo del carro. ¿Te imaginas? La gente con el corto primero se sorprende, luego se ríe y finalmente aplaude. De veras que a mí me ha dejado satisfecho”.


Premio

1990: Seleccionado entre los mejores cortos de ficción exhibidos en el año. Selección Anual de la Crítica, Cuba


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