(n. La Habana, 22 de diciembre de 1941; m. Miami, 20 de agosto de 1991). Actor de teatro, cine y radio, que llegó a los Estados Unidos en 1960, fue un miembro muy activo del Centro Cultural Cubano de Nueva York, y vivió en Miami desde en 1980 hasta el momento de su fallecimiento en 1991 con tan solo cincuenta años. Obtuvo la fama al encarnar el personaje de Roberto Amador González, superintendente de un edificio que vive su duro exilio cubano en Nueva York, según la trama teatral creada por Iván Acosta, y recreada cinematográficamente en 1978 por León Ichaso y Orlando Jiménez Leal.
Filmografía
Los gusanos (1977), de Camilo Vila
Bla, Bla, Bla (1978), de Guillermo Álvarez Guedes
El Super (1978), de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal
¡Qué caliente está Miami! (1980), de Ramón Barco
Guaguasí (1984), de Jorge Ulla
Comentario
Hay intérpretes que se convierten en íconos de determinadas comunidades. Es el caso de Raymundo Hidalgo-Gato, un actor de teatro y cine fallecido en Miami en el año 1991, que, gracias a su magistral interpretación protagónica en El Super (1978), de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal (la cual está basada en la pieza teatral homónima de Iván Acosta), legaría uno de los personajes más memorables de toda la historia del audiovisual cubano.
Hidalgo-Gato fue de los intérpretes que en los años setenta (junto a Orestes Matacena, Rubén Rabasa, Rolando Barral, por citar algunos), hicieron posible la producción de varias películas cubanas del exilio, las cuales nacieron bajo el espíritu inspirador del Centro Cultural Cubano de Nueva York, institución creada en el año 1972 por Iván Acosta, con el objetivo de preservar y estimular la creación cultural de los cubanos radicados en los Estados Unidos.
Hidalgo-Gato participaría en filmes como Los gusanos (1977), de Camilo Vila, Bla, Bla, Bla (1978), de Guillermo Álvarez Guedes, ¡Qué caliente está Miami! (1980), de Ramón Barco, y Guaguasí (1984), de Jorge Ulla, pero fue con El Super que, definitivamente, consiguió construir un personaje que trasciende en el tiempo.
Su personaje de Roberto, como otras veces he comentado, puede ser una de las personas que el Sergio de Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, despide en el aeropuerto al principio de esa cinta en La Habana. Diez años después lo encontramos en Nueva York, lidiando con una cultura ajena, un clima gélido que lo paraliza, un idioma inglés que lo hace sentir más extraño y aislado en el contexto, y que vive añorando la isla, esa donde muere la madre que no ha podido despedir, y de la que se trajo la imagen protectora de la Virgen de la Caridad del Cobre.
El exilio cubano ha tenido en Celia Cruz o Andy García, por citar apenas dos de sus grandes ídolos, el paradigma perfecto de lo que pudiera ser la narrativa del éxito. Pero el Roberto de Raymundo Hidalgo-Gato encarna, a mi juicio, la humanización impecable del cubano que se aleja de su patria.
Lo que nos entregó el actor, con su caracterización e interpretación, no describe las excepciones que vendrían a ser aquellos que triunfan, y alcanzan posiciones destacadas dentro del nuevo entorno en que se han insertado, sino en todo caso, nos regala un retrato entrañable de ese cubano común que ha dejado (y sigue dejando) todo atrás, mientras busca mejorar su vida y la de los suyos.
Cierto que a estas alturas ya no es tan popular esa representación más bien precaria del exilio, donde se solía representar el mismo a partir del desarraigo y la pérdida de la identidad nacional. Hoy sabemos que el exilio es una suerte de arca policromada, donde podemos encontrar a la cultura cubana también enriquecida con modalidades insospechadas.
Curiosamente, apenas existe información biográfica de Raymundo Hidalgo-Gato: ¿dónde y cuándo nació? ¿cómo se formó? ¿cómo llegó a los Estados Unidos? ¿cómo se desarrolló allí su carrera profesional? Falta mucho por saber de este actor inmenso, pero por suerte ha dejado a la vista ese monumento impresionante que sería su personaje en El Super. (Juan Antonio García Borrero).
Fuente
Raymundo Hidalgo-Gato, El Super, fallece en Miami, por Norma Niurka (El Nuevo Herald, jueves 22 de agosto de 1991).


Contribución a la entrada: Orestes Matacena