Sobre la crítica, siempre la crítica

artículos destacados

Ahora que, en la próxima semana, acá en Camagüey se podrá reflexionar una vez más sobre el ejercicio de la crítica cinematográfica, llega a mi mente el recuerdo de aquellos días en que se celebró el I Taller Nacional de Crítica Cinematográfica (1993).

Entonces el cine comenzaba a ver en peligro su antiguo protagonismo. Con el video, el público comenzaba a ganar autonomía. Pero todavía los especialistas mantenían la influencia de sus programas de televisión, o la autoridad de las reseñas en los periódicos.

Nada de eso parece existir ya, en tanto lo que antes parecía diseñado para “la masa” (eso que en realidad sabemos que nunca ha existido como monolito), ahora se fragmenta hasta el infinito.   

Esto, que parece una fatalidad, algo que muchas veces se acompaña con el lamento de los tiempos idos, yo lo asumo con gran regocijo. Trato de ponerme en la piel, no del crítico que fui en aquellos días del primer Taller, y que no podía ocultar cierta soberbia intelectual a la hora de proponer “formas correctas de ver el cine”, sino en la del espectador que sabe que no hay nada como el placer de descubrir la belleza por nuestros propios ojos (la belleza, que nada tiene que ver con lo que la moda y el mercado dice que es “bello”).

Creo que, pese a las transformaciones históricas que estamos viviendo, el crítico de ahora sigue teniendo el mismo deber de antes: el deber de colaborar a que esa belleza que existe salga a la luz.

Y para ello se necesita el diálogo sistemático, ya no solo con el espectador, sino entre los propios críticos, tal vez para ayudar a corregir aquello de David Bordwell apuntaba en uno de sus libros:

«(…) El estudio del cine no ha evolucionado a través del enfrentamiento entre posiciones opuestas presentadas de forma metódica. La historia de la crítica cinematográfica es en gran parte la de antecesores ignorados u olvidados, barcos que se deslizan en la noche, gente que habla sin comprenderse, rechazos categóricos de la obra de autores anteriores y cambios periódicos del gusto.

(…)

En un congreso de estudios cinematográficos, un trabajo dedicado en su totalidad a revisar la interpretación de otro crítico sería considerado como un ejercicio estéril. En lugar de esto, el intérprete practica una estrategia de exclusión (no mencionar otras interpretaciones) o de sustitución, declarando que, hasta donde alcanza (que nunca es demasiado lejos), cierta interpretación anterior es correcta»

Probablemente ahora estemos en mejores condiciones de entender, que la crítica no tiene que proponerse salvar al público. En todo caso, tiene que esforzarse en salvarse ella misma. 

Juan Antonio García Borrero