De Sin Lógica Aparente al Almacén de la Imagen
Por Yanetsy León

La seducción por usar una cámara BETA otorgada a la Universidad de Camagüey a finales de los años ´80 llevó a Jorge Campanería a realizar un videoarte sobre la llegada de la ruta 9, ómnibus que trasladaba a alumnos y profesores hasta ese centro docente.
Lo contraproducente del comportamiento de las personas para abordar el ómnibus, dado el supuesto nivel cultural de los viajeros, motivó la creación de tal material audiovisual.
Fidel Arango estuvo a cargo de musicalizar el videoarte y Oscar Hernández lo editó “Sin lógica aparente”, único material de Camagüey seleccionado a inicios de los ´90 para la Muestra Audiovisual de la Asociación Hermanos Saiz (AHS), en La Habana.
La Muestra surge de los talleres donde re reunían Jorge Luis Sánchez, Tomás Piard, Orlando Cruzata, Alejandro Gil, Juan Carlos Cremata, Enrique Álvarez y Arturo Sotto, entre otros creadores vinculados a instituciones o casas productoras como ICAIC, ECITV-FAR, ICRT y CINED. En su retrospectiva desde la semilla de El Almacén…, Campanería cuenta que las personas de provincia estaban en desventaja en cuanto a recursos, conocimientos y práctica: “Jorge Luis Sánchez advierte que pasarían los materiales por la Isla en casetes VHS y se me ocurre hacer un evento alternativo.”
“Cuando regreso, hablo con Luciano Castillo, quien me apoyó todo el tiempo. Él me había regalado una fotocopia del libro El almacén de la luz, sobre los mejores directores italianos de fotografía.”
“Ese almacén del nombre resultaba muy simpático porque no teníamos donde guardar los casetes. Hicimos el evento en el centro de salud de la calle San Pablo, donde teníamos un buen televisor y una casetera VHS, mucho pedir para esa época. No fue a nivel institucional, sino personal. Al año siguiente, en 1992, si fue competitivo y diseñado para participantes de Villa Clara a Baracoa”.
En principio, el evento de Camagüey sumó aficionados, gente entusiasta por el cine, formada en los cineclubes, y que apoyaban, como los tuneros Ramón Pérez y Manuel Martínez, que en una ocasión trajeron en tren un video proyector de su provincia.
Solo Gustavo Pérez trabajaba en Televisión Camagüey. Si en sus inicios era contrapartida, El Almacén… se convirtió en evento emblemático de la AHS. Oneyda González, por ejemplo, laboraba en el Centro Nicolás Guillén y se acercó por la pasión de los implicados, que no ganaban un salario por organizarlo y con entereza involucraron, aunque de manera paulatina, a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), al Centro Provincial del Cine y a otras entidades.
“Había un grupo muy afín, con sentimientos hacia el arte muy definidos y cultivados de manera muy natural. Entonces eso hacía que fuera muy volitivo, un acto de placer”, asegura quien luego presidió la filiar de la AHS en Camagüey entre 1994 y 1998, y defendió El Almacén… como espacio aglutinante de la cultura.
Cuestionario de Yanetsy León a Juan Antonio García Borrero

En una ciudad con tradición cinematográfica, ¿cómo se insertó un evento pensado desde y para el audiovisual?
Ante todo debo advertir que no tuve nada que ver con la concepción del evento. La paternidad la asocio a Jorge Campanería. Y a Luciano Castillo, que en aquel momento trabajaba en el Centro Provincial del Cine como especialista. Por aquellas fechas yo estaba al frente del Departamento de Promoción Cinematográfica, y recuerdo que Luciano llegó ante nosotros con todas las ideas que tenía, incluyendo eso de organizar en el cine Casablanca y Encanto una suerte de pre-evento que tenía como propósito crear un ambiente preliminar, además de recaudar algo de fondos. Obviamente, no es lo mismo pensar en “El Almacén de la Imagen” ahora, que en el momento en que fue creado. Es decir, en aquel momento me parecía “otro evento”. No podía percibir todavía la importancia que adquiriría con el tiempo.
¿Influyó el Almacén en el surgimiento del Taller?
A primera vista, creo que no. Pero pensándolo con más calma, tendría que responder de manera afirmativa. Y es que detrás de todo estaba Luciano, incitándonos a crear espacios de promoción y pensamiento alrededor del audiovisual. Si apelamos a la perspectiva de conjunto, pienso que el Taller de la Crítica es hijo de todo ese movimiento intelectual vinculado al cine que inició en la ciudad Luciano Castillo.
¿Consideras el Almacén un espacio aglutinante?
Desde luego. Tuve la oportunidad de dirigir la Primera Muestra de Jóvenes Realizadores organizada en La Habana en el año 2000, y que hoy es si dudas uno de los espacios que más agradecen los jóvenes realizadores de audiovisual en el país, pero antes estuvo El Almacén de la Imagen, que le concedió posibilidades de contacto sobre todo a creadores de la zona oriental. Recuerda que ya desde antes se organizaban en La Habana encuentros de cineastas aficionados, pero estaba el inconveniente de la distancia geográfica. El almacén la de imagen se convirtió muy pronto en un referente insoslayable.
En cuanto a las inquietudes hacia el fenómeno del audiovisual, ¿cómo calificas el espíritu de los 90 y el de los 2000?
Yo creo que ahora hay una preocupación en el plano, digamos formal, que en los noventa casi nunca estaba presente, porque el imperativo se asociaba a la necesidad de dejar testimonio audiovisual de una época en la que apenas se podía hacer cine, dada la crisis económica. Claro, no digo que sea algo dominante, porque todavía sigue faltando el respaldo teórico para esta producción tan ecléctica. Pero me parece bien interesante de que, a estas alturas, varios realizadores de aquella época ya tengan películas significativas en sus filmografías. Películas que, más allá de las coyunturas, dialogan de tú a tú con nuestros grandes hitos cinematográficos.
¿Cómo catalogas el hecho de crear y mantener en plenos 90 un evento de este tipo (en seguida vino la experiencia del Taller)?
La verdad es que todavía miro aquello como lo más parecido a la locura. La crisis que golpeaba entonces al país apenas permitía reparar en las cosas del espíritu. La tarea principal era sobrevivir. ¿Cómo es que pueda explicarse que este grupo de jóvenes idearan esa actividad, pero además de eso, la mantuvieran, la enriquecieran en medio de la más oscura noche? Esas son las preguntas que a veces me hago, sobre todo en tiempos que siguen siendo desfavorables en el plano económico, pero que están bien lejos de parecerse a aquellos. No sé, tal vez esa pregunta que me has hecho sea la más difícil de responder. Ahora, mantener El Almacén de la Imagen en estos tiempos tiene también su mérito indiscutible, y en ese sentido habrá que agradecer a Reynaldo Pérez Labrada, su actual presidente, toda su tenacidad.
Ahora, cuando no es el único espacio para los jóvenes realizadores, ¿qué consideras imprescindible para que no pierda autenticidad ni poder de convocatoria?
Yo sueño con que en Camagüey se borren todas esas fronteras y límites que a veces, de modo involuntario, establecen los diversos eventos entre sí. Camagüey es una ciudad que puede darse el lujo de tener Almacén de la imagen a lo largo del año, porque lo que importa no es el nombre que le des al espacio, sino al espíritu que consigues impregnarle. Pero ese espíritu tiene que mantenerse despierto a lo largo del año, convocando a la discusión sistemática de todos esos trabajos que se producen. El Coffea Arábiga, por ejemplo, podría llegar a ser un sitio que convoque a la discusión ilustrada y sistemática. Lo otro sería la constante actualización de las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías para que el evento llegue más allá de los límites físicos que ahora mismo ha conocido.