Año: 1962
País: Cuba
Género: Ficción
Formato: 35 mm
Tiempo: 97’
Color: Blanco y negro
Productora: ICAIC
Producción: Margarita Alexandre
Dirección: Tomás Gutiérrez Alea
Guión: Tomás Gutiérrez Alea, Ugo Ulive, basado en la novela de Ilya Ilf y Eugene Petrov
Fotografía: Ramón F. Suárez
Edición: Mario González
Música: Juan Blanco
Sonido: Eugenio Vesa, Mario Franca
Asistente de dirección: Fausto Canel
Operador de cámara: Pablo Martínez
Escenografía: Pedro García Espinosa
Vestuario: Carmelina García (Guardarropía)
Maquillaje: Rolando Zaragoza
Estreno: 17 de diciembre de 1962
Reparto: Enrique Santiesteban, Reynaldo Miravalles, René Sánchez, Pilín Vallejo, Idalberto Delgado, Jorge Martínez, Fausto Pinelo, Humberto García Espinosa, Ugo Ulive, Ricardo Súarez, Max Beltrán, María Pardo, Manuel Pereiro, Ana Viñas, Raúl Xiqués, Gilda Hernández, Carmen Garrido, Silvia Planas, Leonel Valdés, Padro Martín Planas, Julio Matas, Yolanda Zamora, María Granados
Sinopsis
Un hombre adinerado que, después del triunfo de la Revolución, ha perdido la mayoría de sus propiedades, decide recuperar una silla en la cual se han escondido joyas de la familia. Para ello se pone de acuerdo con un antiguo sirviente que, sin embargo, ahora es quien manda.
Declaraciones del director Tomás Gutiérrez Alea
“Este filme lo encaré como un divertimento, como una manera de relajarme un poco después de la carga de responsabilidades que significó Historias de la Revolución. Estaba seguro que no podía hacer otra película de esa manera: si con aquel había adelgazado más de veinte libras, con otra operación semejante no iba a quedar nada de mí. El propósito de hacer menos agónico el trabajo en el cine me parece importantísimo. Solo cuando se logra un clima de libertad y de audacia se puede encontrar placer en lo que se hace. Eso marca Las doce sillas y hace que la considere realmente mi primer filme. Historias de la Revolución fue un problema que tuve que resolver, no una película que pude disfrutar haciéndola.
(…)
En Las doce sillas hay referencias de filmes anteriores, realizadas intencionalmente. Los entremeses de la historia del cura, que son episodios que se intercalan a lo largo de toda la película y que sirven de descanso en el desarrollo dramático, están tratados como las comedias del cine mudo. Hasta tienen los clásicos letreros explicando la acción. Ese estilo que responde a la gran libertad con que utilizamos los recursos expresivos lo veo como un valor que se da de una manera más obvia en La muerte de un burócrata.
(…)
Es una película que me sigue gustando a pesar de que le encuentro defectos técnicos, que no tiene sonido directo y el doblaje no es perfecto. La siento realmente más mía que Historias de la Revolución, pude experimentar más libremente con un gran espíritu de aventura. Hay detalles que quería lograr que no los conseguí, por un lado, por inexperiencia y por otro, porque el equipo de asistentes aún no era suficientemente profesional, por lo que yo debía estar cuidando aspectos ajenos a la dirección. Eso me desconcentraba de lo fundamental: la dirección de actores.”
Declaraciones del coguionista Ugo Ulive
“Recuerdo que fue a principios del año pasado cuando Gutiérrez Alea me propuso adaptar “La aventura de las doce Sillas” a Cuba. Nos habíamos conocido poco antes, en la puerta del teatro “Ñico López”, en Marianao. Al conocer a alguien del oficio, yo lo había acribillado a preguntas sobre perspectivas y proyectos cinematográficos. Tenía varios, pero sé que el que me impresionó más intensamente fue la idea de filmar la historia de un siquitrillado que busca las joyas de su suegra en una silla vieja y las halla al fin convertidas en un Círculo Social Obrero flamante.
La historia me quedó en la cabeza toda la noche aun durante el espectáculo que vimos en el teatro, que era muy malo. Pronto trabé contacto con la novela original, en una vieja edición de “La Rosa de los vientos”, la colección argentina que, alrededor del año 40, puso a toda una generación en contacto con autores tan dispares e interesantes como Ehremburg, Sender y Mann.
Las páginas finales estaban llenas de anotaciones con letra muy menuda: eran ideas varias, comparaciones y traducciones de hechos reales de la Revolución Soviética a la realidad revolucionaria cubana que Gutiérrez Alea había ido haciendo desde tiempos atrás.
La idea se presentaba fascinante: se trataba, nada menos, que, de escribir una primera comedia de la Revolución, utilizando, en líneas generales, un material anecdótico proporcionado por otro país socialista, en otro tiempo. El estudio del libro nos fue haciendo aparecer algunas modificaciones de rigor, que nos permitieron utilizar la historia de las sillas como un mero pretexto, un nexo a través del cual podríamos mostrar la realidad revolucionaria y su acción sobre la personalidad de dos caracteres.
(…)
Hubo una serie de cambios menores, como la ubicación de un grupo de sillas que los autores situaban en un teatro (aprovechando para satirizar las “innovaciones” hueras de los malos imitadores del genial Mayerhold) y que nosotros, por sugerencia de Gutiérrez Alea, trasladamos a un circo.
Conservamos intactas muchas cosas que merecían el traslado literal, como la descabellada escena del baño y la búsqueda paralela e infortunada del cura. El trabajo avanzó con rapidez. Una a una las necesidades narrativas fueron siendo resueltas echando mano a gran variedad de recursos: así un dibujo cómico previo sirvió para ubicar la historia de las sillas y un noticiero ICAIC recordó al protagonista la buena costumbre de los millonarios cubanos ilusos que abandonaron su mejor platería en compartimientos secretos. Ocurrió una sola pausa importante. En el mes de abril la invasión mercenaria puso un paréntesis a nuestro trabajo. No estaba el humor para bromas, y el guión no avanzaba, por más que nos esforzábamos.
(…)
Hoy Las doce sillas es una película terminada y me considero demasiado implicado para dar mi opinión sobre algo que vi nacer, caminar los primeros pasos, dar tropezones, y que por eso me resulta tan querido. Creo, sin embargo, que es una película importante, tanto para Cuba como para el exterior. Importante porque saliendo de la temática de la resistencia, de la clandestinidad, del duro pasado, muestra desde un punto de vista humorístico, los problemas de adaptación que una nueva vida crea en seres de muy diferentes orígenes.
Y porque con limitaciones, con la misma despreocupada elegancia del original soviético, pero con un hondo sentido nacional, enseña al mundo la Cuba post-revolucionaria, donde un vendedor de periódicos vocea el “Quijote” y el pueblo corta caña y canta y baila de alegría de su libertad”
Premio:
Diploma Honorífico “Unión de Trabajadores del Cine de la URSS”, III Festival Internacional de Moscú, URSS (1963).
Bibliografía:
Arturo Agramonte, Arturo. Cronología del cine cubano. Ediciones ICAIC, La Habana, 1966, p 131.
Rufo Caballero, Joel del Río. No hay cine adulto sin herejía sistemática. Revista Temas 3; Jul-Sept ’95, p 102.
Michael Chanan. The Cuban Image. Cinema and Cultural Politics in Cuba. BFI Publishing, London 1985, p 68, 124-6, 130.
José Antonio Évora. Tomás Gutiérrez Alea. Ediciones Cátedra, S. A., España, 1996, p 26.
Silvia Oroz. Las doce sillas. En “Tomás Gutiérrez Alea: los filmes que no filmé”. Ediciones Unión, 1989, p 53
Ugo Ulive. 2 Historias de las 2 sillas. En “Las doce sillas”. Ediciones ICAIC, La Habana, 1963, pp 14-16.